Una vida cabe en una maleta


Imagen propiedad de El diván de Sofía

Hombre reservado como el que más. Amante de la música y de la escritura, diría que a partes iguales.   Todavía recuerdo el olor de su casa, la distribución de los muebles y el plato sobre la mesa con la fruta sin terminar. Salías para un rato y ya no hubo más. 

El afán de una mujer por replegar "lo más caro" que hubiese en la casa. Decía, y aún me resuenan aquellas palabras, que él siempre repetía lo mismo "que una vida cabe en una maleta, que no arrastro con cosas banales, que me llevo lo mejor en el recuerdo y lo material lo abandono". 

Así que eché un vistazo a la cocina, al salón...luego a las habitaciones y la vi. Tumbada sobre la cama, una guitarra. La suya. La que no dejaba jamás de tocar. En la mesa que hacía su función de escritorio, un cuaderno con poesias y un ordenador con escritos. Tengo que confesar que me llevé el cuaderno y el pendrive con tus letras. "Parte de tus recuerdos". Le dije al cielo al salir de aquella portería. 

Me llevé una guitarra que no sé tocar pero que sigue guardada en mi armario desde hace cuatro años. Teníamos tanto en común...Él adoraba las motos, yo también, sin saber que una sería la que no le dejaría volver. Adoraba la música, como yo. Escribía, como yo, y componía. 

Otra de las mujeres de su vida quería su última canción. Aquella que no estaba registrada todavía. Quería registrarla a su nombre y sacar tajada. Se perdió. ¿O tal vez no? Confieso que la guardé yo. Por ética. Una mujer que decía que era "para un homenaje en su nombre". Tras cuatro años no ha habido ninguno. 

La vida es rápida. El olvido aún más. No recuerdo quién dijo que nadie muere mientras sea recordado. Su recuerdo sigue cada vez que una anécdota de hace muchos años salta en mitad de una reunión familiar, sigue cada vez que alguien pronuncia su nombre, cada vez que abro la funda y toco la guitarra, cada vez que escribo con su pluma o que vuelven a aparecer las llaves de su moto en mi cajón...

Siempre E.F.E

Comentarios

  1. Es la tercera muerte: la del olvido, cuando alguien mira una foto o sale un tema y nadie sabe quien es.
    Un accidente acabó con su vida carnal, un afecto le mantiene la vida espiritual y es, siempre, una compañía que no se debe olvidar.
    In memoriam aeternam.

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