Confesión nº2: Ya no tengo miedo.
Imagen propiedad de Internet.
Todos tenemos algún que otro problema en la vida ¿cierto?...es básico encontrar un espacio en el mundo, un sitio que sea nuestro espacio. Esto es realmente amplio, hay quién busca y busca para no darse cuenta que en realidad puede ser algo tan sencillo como convertir nuestro espacio en un rincón de nuestra casa o incluso hacer del gimnasio o la calle un lugar nuestro. No cuenta lo grande que sea, cuenta que sirva como espacio o momento para evadirnos, recrearnos, pensar, desahogarse...
¿Qué tal aquél gimnasio en el que nos gusta ir a practicar boxeo, pilates, yoga o pesas? ¿Aquella cafetería que nos encanta? ¿Aquella calle tan ancha y larga para dar un largo paseo?...
Una de las mejores etapas de mi vida ha sido sin duda cuando iba a clases de baile. Mi madre nos apuntó a clases, primero a mi hermana y después a mi, pues fue una de sus ilusiones en la vida. Cabe mencionar que eramos un poco patos y la misma profesora no tardó en darse cuenta que ni la una ni la otra llegaría nunca a ser bailarina de alguna gran compañía. Por descontado no era lo nuestro.
O eso decían cuando yo abandoné y colgué las zapatillas como decía mi profesora. Lo cierto es que yo colgué el maillot, la falda larga, la falda corta, las medias, los calentadores, las zapatillas de ballet, los zapatos de tacón... La que escribe practicaba clases de danza clásica, flamenco, contemporáneo, hip hop, jazz, escuela bolera y clases de contorsionismo. Lo que se dice mi segunda casa: la academia.
Hablando de nuestros espacios. El que hice como mío fue la academia y después la casa de mi mejor amiga. Ambos servían para no estar en casa. Así que después de todas las horas de ensayos, clases y más clases...en ocasiones la hora de entrada era las cinco de la tarde y de salida las diez de la noche; de lunes a sábado; iba a casa de mi amiga.
Ella era, y es, la chica perfecta. Alta, piernas largas, cuerpo delgado y pelo bonito. En lo único con lo que podía competir con ella era en el pelo y en la pechonalidad. Tal cual. En lo demás yo era todo lo contrario. Las tardes con ella pasaban entre música (Beyoncé, Frank Sinatra, Ella Fitzgerald, Rocío Jurado...), maquillaje, técnicas infalibles de cómo hablar con un chico y seducción (las suyas pues las mías no daban ni una).
Adoraba a mi amiga, que más que eso era como una hermana, pero una servidora siempre estaba detrás cual sombra. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez en la vida? Lo cierto es que en cuanto a música siempre he tenido un gusto raro para mi edad (herencia de mi madre), en maquillaje he tardado en espabilar pero ya no me preocupa substituir los tonos claros casi invisibles que antes usaba por tonos más oscuros tirando a negro (sombras) e incluso usar el rojo putón para labios en lugar de brillos.
Después de unos añitos, no voy a pedir disculpas por el cuerpo que tengo y que me dio mi madre, que si las caderas, que si soy no muy alta, que si el trasero...¡Stop! Cuidarse, hay que cuidarse. No vale ponerse hasta el moño a base de rosquillas y chocolate para luego quejarse pero la seguridad que he ganado no la cambio yo por aquel momento.
Confesión nº2: Ya no tengo miedo porque sencillamente me respeto, me gusto y si me miro en el espejo me encanta lo que veo. Otro objetivo cumplido que hace unos años jamás hubiera creído.
Canción que me ha acompañado siempre y que adoro:
Frank Sinatra - My Way
https://www.youtube.com/watch?v=XU2DXWzB_PQ
Canción que me ha acompañado siempre y que adoro:
Frank Sinatra - My Way
https://www.youtube.com/watch?v=XU2DXWzB_PQ
Comentarios
Publicar un comentario