El vestido verde de Sofía.

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El vestido preferido de Sofía era de color verde, sin mangas, entallado y largo hasta por debajo de las rodillas. Unos botones dorados abrochaban la parte delantera desde el escote hasta un poco más abajo de la mitad del vestido.

Sofía tenía diecinueve años cuando conoció a alguien. Era un chico alto, moreno y ojos oscuros. Se lo presentó una amiga y poco tiempo después el chico le pedía quedar a solas para salir a cenar o al parque.

-Tengo un gran plan, ¿vienes a mi casa y vemos una película?

A ambos les gustaba el cine. Así que aquella tarde Sofía se arregló para ir a casa de él y ver alguna película pues el chico aseguró que sus padres habían salido a la compra y tardarían en volver.

Sofía se miró en el espejo una vez arreglada. Su pelo suelto y rizado caía sobre sus hombros, eligió aquel vestido verde de botones dorados pues era bastante fresco para la tarde de verano que hacía. Para terminar eligió unas sandalias y un pequeño bolso.

Sofía llegó al edificio dónde el chico vivía. Era un edificio antiguo de cuatro pisos con fachada amarilla y balcones con barandillas de hierro forjado. En el segundo piso vivía una señora de unos sesenta años, con la que coincidió a solas solo en una ocasión. La mujer miró a Sofía con sus ojos azules y entonces le susurró algo que Sofía aún no ha olvidado “niña, no sabes dónde te metes”.

-Has tardado mucho.

Sofía iba envuelta en sus pensamientos, como de costumbre, sin darse cuenta que ya había subido la escalera interior que daba al piso del joven. Él la esperaba en la puerta, la agarró del brazo y la hizo pasar. Cerró la puerta y entonces Sofía se dio cuenta que el chico únicamente vestía con ropa interior. Algo hizo saltar las alarmas de la joven y lo miró extrañada.

-Hace mucho calor aquí…- dijo él como explicación.

-¿No íbamos a ver una película?

-No vamos a ver ninguna película, Sofía…-respondió con media sonrisa mientras miraba los botones del vestido de Sofía.- tal vez después…

El chico la empujó hacia la habitación, tal vez Sofía era demasiado ingenua pero no intuía para nada lo que podía pasar. Se confió en la apariencia del joven, en sus buenas palabras y no hizo ni tan siquiera el gesto de volverse, abrir la puerta y marcharse del lugar.

-Siéntate- dijo señalando la cama que había en un lateral de la habitación.

Sofía ya había estado en su casa antes cuando los padres del chico la habían invitado a comer algún sábado. El chico se encaminó al ordenador con la intención de poner música.

-Mi vecina es un poco cotilla, ya la conoces. Así no escuchará nada…

Fue la primera vez que Sofía vio algo en la mirada de él que no le gustó. Ya no era la mirada limpia y transparente de antes. Algo había cambiado. Algo que comprobó cuando las manos del chico intentaban desabrochar los botones dorados del vestido. Sofía le retiró las manos y él la empujó de forma que Sofía quedó estirada en la cama. El chico se reía, se levantó y cerró la puerta de la habitación.

-Te has pasado dos meses calentándome con estos vestiditos que te pones…ahora no seas niñata y me digas que no quieres.

Fue hacia el ordenador y alcanzó una caja que guardaba en una estantería que había sobre la mesa. Cogió un sobrecito cuadrado y se volvió hacia Sofía. Él se tumbó sobre el cuerpo de la joven, ella que tenía miedo no atinaba a decir ni a hacer nada. La besó con dureza y le mordió el labio haciéndole una herida. Sofía se llevó una mano a los labios mientras él le quitaba con impaciencia el vestido. Consiguió desabrochar algunos botones, otros los arrancó.

Sofía le dijo que lo había pensado y que no le apetecía, que la dejase marchar. Él no le contestó, la miró a los ojos y le quitó la ropa interior. Sofía puso una mano en su pecho para pararle pero él de un golpe la apartó. Se coló entre las piernas de Sofía, ella lanzó un grito y lo empujó. Él agarró las manos de la chica y las puso sobre su cabeza, entraba y salía de forma torpe, haciéndole daño. A los pocos minutos soltó las manos de Sofía, paró de moverse y se levantó.

-Me voy a la ducha, tú  lárgate ya.

Sofía recogió su ropa, se la puso como pudo y salió de aquella casa. Bajó las escaleras a trompicones, con el vestido pegado por la sudor y las piernas temblando. Sofía caminó bajo el sol de aquella tarde de verano hasta su casa. Metió la llave en la cerradura y suspiró pues no había nadie. De no ser así no sabía como iba a explicar las lagrimas y el vestido roto.

Se fue a su habitación, se quitó el vestido sin apenas tocarse, lo arrugó, lo tiró a la basura y se metió en la ducha. El agua caía sobre su cuerpo mientras ella tomó la esponja y se frotó con rabia.

Sofía ya no se vestía como antes. Substituyó los vestidos por pantalones. Dejó de mirarse en el espejo, dejó de maquillarse. Se convirtió en una persona fría. Incluso sentía asco de ella misma si tenía que pasar su mano sobre su piel aunque fuese para esparcirse crema hidratante.

Han pasado cinco años. Sofía aguantó a alguien que no la quería durante unos meses más. Hablaba con sus amigos de lo que hacía con su novia. Sofía era el motivo de burla del conjunto de amigos. Ella no sabe si duele más un golpe, la humillación o que la forzara a algo y luego la tratase como a una puta.

Sofía tenía una pesadilla cuando acabó la relación. Ella caminaba por la calle y él aparecía para perseguirla. Ella en un principio corría, luego el suelo se convertía en agua e intentaba nadar. Todo era en vano, él la alcanzaba.

Esta noche volvió la pesadilla. Después de cinco años. Sofía aprendió que la vida no está hecha de cuentos. Ella sigue sola mientras él ya tiene a otra, otra que tal vez esté pasando el mismo camino que ella dejó. La vecina sabía lo que decía. El chico ya tenía un pasado antes de Sofía.


Canción para la publicación:
Mónica Naranjo - Pantera en Libertad.

https://www.youtube.com/watch?v=JzRFPxEeK5k



Comentarios

  1. Me parece un relato que te mete en el mundo donde te lleva el autor. Bien escrito y con mucha fuerza. Genial.

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